MARTÍN ESTRELLA JACOB

MARTÍN ESTRELLA JACOB

Buenos Aires, Argentina, Enero de 1969 – Bs. As. 1999 (¿?)

Alegre, creativo, inteligente y simpático, Martín cautivaba la atención de las personas alrededor con un carisma y una franqueza muy especiales.

Gustaba de la tecnología (incipiente aún) y tenía el sueño de convertirse en actor algún día, además de querer convertirse en activista LGBT.

Pero hay historias cuya veracidad nunca comprobaremos y esta es una de ellas, especialmente por las muchas contradicciones que hay en ella, así que si existieran más datos, agradecería que los compartieran (redacto esta historia a partir de ir atando cabos y de una gran cantidad de entrevistas con muchas personas que lo conocieron, pero nunca tuve acceso a conocer su historia de viva voz).

Martín nace en Buenos Aires, Argentina, y alrededor de los 7 años llega a México con su familia en calidad de exiliados políticos, aunque nunca tuvieron una relación tan cercana con el resto de la comunidad.

Martín era del tipo más bien “nerd”, estudioso y de buenas notas, hijo único de un matrimonio que se veía feliz, y tomó muy en serio su papel de “hijo de familia” hasta que tuvo la oportunidad de visitar a su familia en Bs. As, viaje en el que descubre su sexualidad.

Regresando a México, moría por conocer “El Nueve”, lugar al que asiste y ahí comienza mi relación con él. Los detalles pueden ser omitidos por cuestiones de espacio, pero él era de los que gustaba experimentar cosas y sensaciones nuevas, especialmente cuando se trabaja de cultura y gayacidad (se refería a sí mismo como “una loquita feliz”). Su vida transcurre en México como la de cualquier joven, con altibajos, hasta que sus padres deciden llevarlo a vivir definitivamente a la Argentina, porque aunque tenía el tiempo de residencia necesario en México como para tramitar su nacionalidad, a sus 19 años cumplidos era menor de edad en la Argentina (en aquel entonces, la mayoría de edad se obtenía a los 21 años) y es llevado por la fuerza a su país de origen..

Eran tiempos muy cercanos aún a la Guerra de las Malvinas, y Martín debía hacer su Servicio Militar encuartelado, cosa que le aterraba, por lo que decidió usar el camino fácil (al que muchos jóvenes recurrían para no ser enlistados), y era declararse “homosexual”, por lo que no podría cumplir con el servicio, pero si obtener la cartilla militar liberada.

Por supuesto, la noticia fue muy mal recibida en casa por unos padres estupefactos que aún creían que era un invento de su parte para no cumplir con esa responsabilidad, pero en mala hora, Martín abre su orientación a sus padres y comienza la hecatombe.

Lo primero que hacen es someterlo a una (dudosa) terapia en la que participaban el terapeuta, el papá, la mamá y él, para convencerlo de que sus “amigos”  lo habíamos corrompido y que era sólo una etapa por la que estaba pasando.

Al estar bajo supervisión psiquiátrica (fármacos incluidos), quedaba automáticamente interdictado, de manera que mientras estuviera en tratamiento, no podría obtener un pasaporte ni salir del país sin permiso explícito del médico. También se aseguraron de que ciertas personas no pudiéramos tener contacto con él.

Parte del carisma de Martín se centraba en su enorme seguridad y su claridad de ideas (muy fijas, a veces al grado de convertirse en necedad), y él insistía en estudiar actuación, mientras la familia insistía en que se dedicara a la arquitectura, misma profesión del padre, y con ello, la brecha de comunicación entre él y su familia, se volvió más grande y a ello hay que sumar su gusto por experimentar, lo que lo llevó a consumir substancias que no se llevaban nada bien con los medicamentos.

En algún punto, y con cierta regularidad, su tratamiento incluyó electroshocks, cosa que algunas versiones justifican con que servían para sacarlo de ataques de catatonia, pero desde aquí, la versión es incierta.

La personalidad de Martín se va desmoronando, hasta que queda convertido en un “junkie”, triste, sin estar seguro de qué le gusta en la vida, y habiendo olvidado todo lo vivido en México, de lo que sólo recordaba “que un hombre había cambiado su vida”.

Una vida perdida, desperdiciada por la ambición de los padres quienes (también según ciertas versiones) veían en Martín una “tablita de salvación” porque su exilio no se debía a una cuestión ideológica, sino “a que algo había pasado”, y era justo él, el encargado de recuperar la honra familiar.

La historia es enormemente más larga y más sinuosa, pero termina una tarde de otoño cuando Martín, en algún estado alterado, cae al Río de la Plata u muere por hipotermia.

Hace tiempo que él descansa en paz, pero otros no podremos tener esa paz completa hasta que deje de haber este tipo de prejuicios en las familias.

Mi pregunta es: ¿Martín murió, o fue muerto lentamente a través de ir destruyéndolo?

Queda a juicio de cada quién. Por lo pronto, Martín, hoy deposito tu memoria en este Obituario y con ello te nombro oficialmente “activista”, porque tu historia deberá servir de ejemplo de aquello que debemos evitar.

Nunca dejaré de amarte.

Alfonso

 

 

Buenos Aires, Argentina, Enero de 1969 – Bs. As. 1999 (¿?)

Buenos Aires, Argentina, Enero de 1969 – Bs. As. 1999 (¿?)

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